jueves, 25 de junio de 2009

MITO DE ASKLEPIOS


El mito de Asklepios
Dr. Luis Córdova Alveláis

Futuro Médico:
Vas a iniciar una carrera vertiginosa de conocimientos que te permitirán en un futuro ayudar a tus semejantes. En ocasiones podrás curar, en muchas más solo podrás tratar, y cuando no puedas ni curar ni tratar, siempre podrás consolar.
La medicina es humanismo, si ingresaste pensando en que tendrás un futuro económico promisorio, estás a tiempo, ¡Cambia de carrera!
Si te mantienes siempre actualizado, eres responsable, estudioso, trabajador y honesto la medicina te dará muchos satisfactores y podrás triunfar, si algo de esto te falta no lograrás nunca ser un buen médico.
Si solo te alimentas de ciencia podrás ser un buen técnico, pero estarás privado de lo más importante que es nuestra profesión: el humanismo.
Si haces a un lado la honestidad es posible que tengas logros económicos considerables, pero al final de tu vida no podrás decir con orgullo que fuiste un buen médico.
Adquiriste una matrícula en una carrera vertiginosa que durará toda tu vida, solo terminará cuando, vencido por los años no puedas seguir estudiando, si así lo haces serás un buen médico.
Un médico no puede ignorar los orígenes de su profesión, te has preguntado ¿por qué la gente nos llama “galenos”?, ¿porqué dicen que somos hijos de Asklepios y discípulos de Hipócrates?
Te invito a leer estas hojas y posteriormente a que busques los orígenes de tu profesión.
Comenzaré por mencionar la Ilíada.
El sitio de Troya en 1184 a. de C. es relatado por Homero, en su obra clásica se describen 147 heridas, 106 producidas por puntas de lanza, la mortalidad 80 %.
Las 17 heridas causadas por espadas todas son mortales, de las 12 originadas por flechazos el 42 % ocasionan la muerte, mientras de las producidas por tiros de onda solo el 24 %. El índice total de mortalidad traumática es de 77. 6 %. Homero calla las muertes originadas por enfermedad.
El libro detalla las lesiones a grado tal que surge una pregunta: ¿Homero fue médico?
En tiempos de Homero, la medicina era de carácter empírico y ejercida por laicos. Era el médico un personaje respetado, pues según el poeta: “... un médico vale por muchos hombres, por su pericia en arrancar flechas y aplicar drogas calmantes”.
Homero alude a Macaón o Macaonte, el cirujano, hijo de Esculapio, que con su hermano Podalirio, médico también. Macaón aprendió de su padre Esculapio -Asklepios- quien a su vez había sido enseñado por el centauro Quirón.
Quirón, el fundador de la cirugía griega fue transformado por la leyenda en un Centauro, ser mitológico mitad hombre y mitad caballo, sus virtudes fueron tal celebradas que al morir se elevó al firmamento, donde brilla como la constelación de Sagitario.
No es posible afirmar con certidumbre la existencia de Esculapio o Asclepio, como lo llamaron los griegos, ni que el pueblo haya divinizado después de la muerte a su gran médico como ocurrió con el egipcio Imhotep.
Según la leyenda, Asclepio fruto de los amores de Apolo con la ninfa Coronis, llevó su habilidad de médico al extremo de resucitar a los muertos. Temeroso de que la afluencia de almas a los infiernos disminuyera, Plutón, rey de ultratumba se quejó a Júpiter, quien mató de un rayo a Esculapio y lo acogió después den el Olimpo.
Durante su permanencia en la tierra Asklepio procreó una descendencia numerosa: Panacea, la conocedora de todos los remedios, que curaba cualquier padecimiento; Higia, nombrada para velar por la salud pública y encargada de alimentar a las serpientes sagradas; Telésforo representando siempre con aspecto de niño, protector de los convalecientes; el ya mencionado Podalirio, clínico, precursor de la psiquiatría y quien diagnosticó el carácter mental de la enfermedad de Ayax y, finalmente, el afamado cirujano Macaonte, célebre además por su valor en el combate.
En honor de Asclepio, dios de la medicina se construyeron alrededor de trescientos templos, uno de ellos, el más famoso en Epidauro.
Los enfermos que acudían a los santuarios para invocar el auxilio de Asclepio eran sometidos a baños y ayunos. Una vez purificados y dignos de aproximarse al altar se les admitía en una ceremonia en el abatón, pórtico techado y abierto, donde se tendían sobre pieles de carnero, envueltos el cuerpo en mantas. Debilitados por el prolongado ayuno y aturdidos por brebajes soporíferos no tardaban en adormecerse.
En este punto empezaba la cura principal, una especie de psicoterapia fundada en el sueño, denominada “incubación”. Cuando los pacientes perdían el conocimiento los sacerdotes comenzaban a moverse alrededor de ellos, seguidos por las serpientes sagradas que parecían lamer las llagas de los durmientes. Al despertar cada enfermo relataba las visiones que había tenido durante el sueño a un sacerdote, quien después de interpretarlas, prescribía la cura correspondiente al caso.
Al abandonar el santuario , el enfermo depositaba una ofrenda de dinero y una tablilla, donde estaban escritos su nombre, la enfermedad que le afligía y los remedios aconsejados por el sacerdote. Estas tablillas se exhibían en las paredes del templo, con objeto de infundir confianza a quienes llegaban al santuario en busca de alivio para sus males, he aquí algunos ex votos:
“Un hombre acudió suplicante al dios. Tenía solamente un ojo, y bajo el párpado del otro mostraba la órbita vacía. Algunos visitantes del santuario se mofaron de su ingenuidad, pues esperaba ver bien aunque careciera de un ojo. Mientras dormía en el abatón, apareciósele un rostro, y soñó que el dios cocía un medicamento, le abría los párpados y vertía en su interior el remedio. Cuando al llegar el día el hombre se marchó, veía con ambos ojos”
“Un muchacho vino al santuario porque no podía hablar. Mientras el asistente preparaba el sacrificio y disponía la ceremonia con un fuego en la mano destinado al dios, dirigió el rostro hacia el padre del enfermo y lo conminó a que en el término de un año hiciese el sacrificio de una ofrenda, dondequiera que se hallase. El muchacho, entonces gritó: ¡Lo prometo! El padre, estupefacto, le pidió que repitiera aquello, y el hijo lo hizo, quedando curado a partir de aquel momento”
“Un hombre, víctima de un absceso abdominal tuvo una visión, pareciéndole que el dios ordenaba a los esclavos que lo levantaran y sostuvieran de manera que su vientre pudiera ser abierto. Trató de huir, pero los esclavos lo detuvieron y sujetaron firmemente. Con un cuchillo, Asclepio lo libró del absceso y cerró después la herida, el hombre se fue curado y el suelo del abatón quedó rociado de sangre”.
“Aristómide de Ceo acudió al dios para tener descendencia. Mientras dormía tuvo una visión: le pareció como si una serpiente le frotara el vientre, tras de lo cual naciéronle cinco hijos”
“Un hombre, que sufría del mal de piedra tuvo una visión: parecióle que yacía con un bello adolescente y, soñando, logró expeler la piedra. Se marchó con ella en la mano” ”Hermonio de Paso: curado de su ceguera por el dios, se negó, no obstante, a pagar al tempo sus honorarios, por lo que el dios lo castigó privándolo nuevamente de la vista. Más tarde, cuando volvió y durmió por segunda vez en el santuario, el dios hizo que sanara”.
Del culto de Asclepio aprendieron los griegos: el carácter positivo de la esperanza, del deseo de sanar que alimentaba a los enfermos que acudían a los santuarios y el concepto de asistencia colectiva.
Siguió una etapa laica, los alumnos de las escuelas de medicina se denominaron “asclepíades”. A partir del siglo VI a. de C., los médicos asumieron autoridad profesional, para poder ejercer la profesión los asclepíades debían recibir la autorización de una asamblea que la otorgaba después de haber comprobado la seriedad de la escuela a la que asistía el candidato. Una vez obtenido el permiso el médico podía abrir su “iatreión” o sala de curaciones.
Gozaban de menor prestigio los médicos ambulantes llamados ”periodeutas”
A la medicina mágica religiosa siguen los filósofos griegos y es así como en el siglo V a. de C., el siglo de “oro” de Grecia ve nacer al más grande de todos los médicos, a nuestro padre Hipócrates.
Juramento Hipocrático
Bajo un gran plátano de la isla de Cos, en el Dodecaneso, no lejos de la costas del Asia Menor, en un día cualquiera de los últimos años del siglo V a. de C., un joven a punto de ser iniciado en el ejercicio de la medicina, rodeado por otros jóvenes y hombres de grave aspecto jura sobre las manos de su maestro:
“Juro por Apolo, el médico, por Higia y Panacea, y por todos los dioses y todas las diosas a cuyo testimonio apelo, que yo, con todas mis fuerzas y con pleno conocimiento cumplir{e por entero mi juramento: que respetar{e a mi Maestro en este arte como a mis progenitores, que partir{e con {el mi sustento y que le dar{e todo aquello de que tuviese necesidad; que considerar{e a sus descendientes como a mis hermanos corporales y que a mi vez les enseñar{e sin compensación y sin condiciones este arte; que haré partícipes de la doctrina e instrucciones de toda la disciplina en primer lugar a mis hijos, luego a los de mi Maestro y a a aquellos que con escrituras y juramentos se declaren escolares míos, y a ninguno fuera de éstos.
En lo concerniente a la curación de los enfermos prescribiré la dieta más conveniente a mi juicio y mantendré alejado de ellos todo daño y todo inconveniente. No me dejar{e inducir por las súplicas de nadie sea quien fuere, a administrar un veneno, ni a dar un consejo en semejante contingencia... Considerar{e santas mi vida y mi arte... y cuando entre en una casa ser{a sólo para bien de los enfermos, y me abstendré de toda acción injusta, y no me mancharé por voluptuosidad con contactos de mujeres o de hombres, de libertos o esclavos. Cuanto viere u oyere durante la cura o fuera de ella en la vida común, lo callaré y conservaré siempre como secreto, si no me es permitido decirlo”. El juramento concluye con estas palabras: “Si mantengo perfecta e intacta fe a este juramento, que me sea concedida una vida afortunada y la futura felicidad en el ejercicio del arte, de modo que mi fama sea alabada en todos los tiempos; pero si faltare al juramento o hubiese jurado en falso, que ocurra lo contrario”
Hipócrates vivió en el extraordinario siglo de Pericles, tocó ser contemporáneo de Platón, Sófocles, época gloriosa de creación filosófica, artística y literaria, la cual imprimiría su sello en el pensamiento médico.
El padre de la medicina nace en la isla de Cos en 460 o 459 a. de C. de hijo del médico Heráclides, de su padre aprendió el arte de la medicina, del anatomista Demócrito la filosofía y la elocuencia de Gorgias, el sofista. Viajó mucho, visitó Tracia, Tesalia, Taso y llegó hasta Libia y Egipto. Durante muchos años ejerció la enseñanza en la escuela de Coss; tuvo como alumnos a sus propios hijos. Acusado de haber incendiado el archivo del templo de Asclepio en Cos, volvió a su vida nómada y murió en Larisa, de Tesalia a una edad muy avanzada, quizá de más de cien años. Era tan célebre y venerado, que se atribuyeron propiedades terapéuticas de extraordinario valor a la miel elaborada por las abejas de los panales que pendían sobre su tumba.
Su obra, y la de sus discípulos quedó compilada en el Corpus Hipocraticum, de ellos, al menos los siguientes pueden atribuirse con certeza a Hipócrates:
· Del régimen
· De los pronósticos
· De las premoniciones de Cos
· De las predicciones
· De los Aforismos
· De las heridas de la cabeza
· De las fracturas
· De la reducción de las luxaciones
· De las heridas y ulceraciones
· De las hemorroides
· De las fístulas
· Del aire, el agua y de los lugares
· Siete libros agrupados bajo el título de las epidemias.
De éste último mencionaré unos párrafos:
“Quien pretenda conocer verdaderamente la medicina, deberá seguir los preceptos aquí enunciados: ante todo tomará en cuenta las estaciones del año y la influencia que cada una de ellas ejerce, pues no sólo son muy diferentes una de otra sino que también los períodos de transiciones entre ellas ofrecen notable diversidad. Considerará debidamente la temperatura de los vientos, fría o caliente, que soplan en las diversas regiones, así como la calidad del agua de las mismas... Observará con cuidado el modo de vida de los hombres y fijará su atención en aquello que les gusta, en lo que beben y comen, tomando nota de si comen mucho y beben poco y, finalmente, si practican o no ejercicios físicos. Todo esto debe saberlo un médico, para conocer enfermedades locales y prescribir curas adecuadas”
Hipócrates rompe con el concepto de la medicina mágica sacerdotal de Asclepio, señala “Ninguna enfermedad es más divina o más humana que otra... todas las enfermedades tienen una causa natural, ya que sin una causa natural no se produciría.
Extraordinario clínico describió el edema pulmonar señalando: “Aplicando el oído al tórax del hidrópico pulmonar, durante cierto tiempo, se escuchará que el agua bulle dentro de los pulmones cual si fuera vinagre”, también el frote pleural: “Cuando el pulmón roza con las costillas..., el enfermo tose, experimenta dolor en el tórax.., se oye un rumor similar al que se produce al arrugar un trozo de cuero”.
Todavía conservamos la “fascies hipocrática” del paciente moribundo.
Describió la difteria, la parotiditis, recomendó desecar un pantano para combatir una epidemia de fiebre (paludismo). También describió la respiración que hoy conocemos como de Cheyne y Stokes.
Su libro de aforismos contiene proverbios sabios, he aquí algunos:
“A mal extremo, extremo remedio”. Otro que se refiere a la medicina “La vida es breve, el arte largo, la ocasión fugaz, el experimento engañoso, el juicio difícil”
Observó la importancia de la nutrición en los niños y afirmaba: “El cuerpo en crecimiento posee el máximo calor natural; necesita de la mejor nutrición, y cuando no la obtiene, se malogra. En la vejez se tiene poco calor, y un exceso de alimento lo consumiría, por lo que es preciso comer poco”
Otros aforismos:
“En las enfermedades agudas, el pronóstico nunca es totalmente seguro: ni el de la muerte ni el de la curación"
“Cuando un enfermo orina sangre sin causa evidente, es señal de que una pequeña vena renal está lesionada”
“La sangre espumosa que se escupe al toser proviene sin duda del pulmón”
“La naturaleza es el médico de las enfermedades” “La naturaleza encuentra los caminos por si misma” “La naturaleza actúa sin médicos”
Hipócrates sostuvo siempre con decisión que el cerebro es el órgano más potente del cuerpo humano, transmite mensajes a la conciencia, los órganos sensoriales funcionan de acuerdo con el cerebro. Afirmaba “nuestros placeres, nuestros gozos y nuestra risa y la alegría así como nuestras penas, dolores, angustias lágrimas” provienen del cerebro. En aquel entonces se pensaba que el corazón era el asiento de la conciencia.
Compañeros, tratar de analizar la vida y obra del padre de la medicina en tan poco tiempo sería imposible, solo deseo sembrar en ustedes la inquietud, para que algún día lean la historia de nuestra profesión, porque así como no es posible ser un buen ciudadano si no se conoce la historia de un país, no podemos llamarnos médicos si no conocemos la historia de nuestra profesión.
Finalmente te diré quién fue Galeno.
En el año 162, reinando Marco Aurelio, llegó a Roma procedente de Pérgamo, Asia Menor, un joven griego, brillante y ególatra, rebosante de sabiduría, después de diez años de estudio en las capitales donde florecía la medicina.
Logró llamar la atención por sus acertados diagnósticos a destacados pacientes: descubrió el origen de la parálisis de tres dedos de la mano de un filósofo relacionándola con la lesión de un nervio de la séptima vértebra cervical; descubrió que el insomnio que padecía una matrona romana era debido al mal de amores que sufría por un actor famoso, ya que cada vez que se mencionaba su nombre se le aceleraba el pulso.
Lo más selecto de la sociedad romana llenaba el teatro público donde Galeno pronunciaba conferencias sobre anatomía y fisiología; una docena de escribientes anotaba los tratados que él dictaba a gran velocidad. Tuvo la audacia de señalar como honorarios al cónsul Boeto 400 piezas de oro (aproximadamente dos mil dólares).
Después de cuatro años cuando estaba a punto de ser nombrado médico del emperador, Galeno en forma inexplicable abandonó a Roma, posiblemente huyendo de una epidemia.
Tal era su prestigio que fue llamado nuevamente al año quien le solicitó lo acompañara en una campaña militar, para evadir la invitación Galeno le refirió un sueño en el cual Esculapio le advertía que tendría que atender a los hijos del emperador. En efecto, el infante heredero enfermó y necesitó sus cuidados.
La base de la doctrina galénica fue anatómica y experimental, llevó a cabo estudios fisiológicos con perros, cerdos, caballos, aves, peces y en una ocasión un elefante. Les causó lesiones cerebrales y medulares para trazar la trayectoria de los nervios y determinó el mecanismo fisiológico de la voz al descubrir la relación entre el cerebro y el habla.
Pensaba que las arterias y venas “se anastomosan entre sí a través de todo el organismo, intercambiándose sangre y humores por medio de ciertos pasajes invisibles y excesivamente diminutos”.
Galeno describió con exactitud los huesos y suturas del cráneo, descubrió varios nervios craneales y de la columna vertebral.
Galeno siempre reconoció a Hipócrates como su maestro, sosteniendo que sólo aquél había indicado el camino a seguir.
Ahora ya conoces el porqué nos llaman hijos de Asklepio, discípulos de Hipócrates o “galenos”.
Unas palabras más, quiero transcribirte los Consejos de Esculapio, probablemente daten del sigo I de nuestra era.

“Consejos de Esculapio”
“¿Quieres ser médico, hijo mío? Aspiración es esta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia. ¿Deseas que los hombres te tengan por un Dios que alivia sus males y ahuyenta de ellos el espanto?
¿”Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a la vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los importunos, tu puerta quedará siempre abierta a todos; a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás horas que dedicar a la familia, a la amistad o al estudio; ya no te pertenecerás.”
“Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en caso de urgencia; pero los ricos te tratarán como a un esclavo encargado de remediar sus excesos: sea porque tengan una indigestión, sea porque estén acatarrados; harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor inquietud, pues estiman en muchísimo su persona. Habrás de mostrar interés por los detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o cordero, si han de andar de tal o cual modo cuando se pasean. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo; tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto como te llame tu amo”.
“Eras severo en la elección de tus amigos; buscabas la sociedad de los hombres de talento, de artistas, de almas delicadas: en adelante no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado: prolongarás vidas nefastas, y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo”.
“Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación: ten presente que te juzgaran, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti sino gastas barba, otros si no vienes de Asia, otros, si crees en los dioses; otros, si no crees en ellos”.
“Te gusta la sencillez: habrás de adoptar de actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo: no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el solo placer de charlas. Serás el vertedero de sus disgustos, de sus nimias vanidades.”
“Sientes pasión por la verdad, ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros su insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante, cómplice.
“Aunque la Medicina es una ciencia oscura, a quien los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te ser{a permitido dudar nunca, so pena de perder todo cr{edito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo ir a charlatanes que venden la mentira que necesita.”.
Compañero, solo puedo desearte éxito, mucho estudio, dedicación y honestidad son la clave, en los próximos años tu dirás si tuve razón o exageraba.
Dr. Luis Córdova,
14 de Julio de 2007.

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